Una constante en la educación convencional, desde hace mucho tiempo hasta ahora, es que sólo fomenta la memoria con el fin de mantener las tradiciones y condicionar al ser pensante. En nuestra sociedad aun infantil, la diferencia del otro significa una amenaza, por lo tanto es necesario amoldarlo a patrones establecidos, alejándolo de su propósito interno. Nosotros, al estar desconectados de nuestra propia verdad, nos volvemos susceptibles a la verdad ajena, por eso necesitamos que exista una verdad políticamente aceptada. Esta verdad, que llamamos sociedad, esta llena de normas que no entendemos bien y de viejos paradigmas insuficientemente discutidos. Le otorgamos demasiado poder; la dejamos entrar en nuestros pensamientos, decisiones y sentimientos, entonces le llamamos mente.
El deber de todo ser pensante (déjenme repetirlo: el DEBER de todo ser pensante), es rebelarse contra la sociedad para liberarse de factores condicionantes que lo vuelven un mediocre.
Ahora bien, no se trata de rebeldía agresiva, o de una revolución armada; se trata de una revolución con conciencia, una revolución dónde el individuo sea verdadero consigo mismo. La revolución con conciencia es la única revolución efectiva, y esta ocurre a pequeña escala, de manera muy interna; un autodescubrimiento que ninguna escuela o institución puede entregar.
Imagen: dibujo de Gerlad Scarfe, para la película Pink Floyd-The Wall.
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